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La IA ya logra distinguir el autor de un cuadro
Una red neuronal ha identificado los patrones estilísticos de distintos artistas por medio del análisis de sus pinceladas.
En el año 2017 se subastó el cuadro más caro de la historia. Se trataba de “Salvatore Mundi”, atribuido a Leonardo da Vinci y comprado por cuatrocientos cincuenta millones de dólares. El término “atribuido” es la clave aquí: la polémica de su autoría ha acompañado a la obra desde su identificación diez años antes de esa subasta. Hay incluso un documental acerca de su historia. El caso es que los escándalos por falsificaciones o atribuciones inexactas de obras de arte están a la orden del día en los circuitos artísticos. Sin embargo, puede que la inteligencia artificial permita facilitar la tarea a los expertos encargados de ponerles el sello de autenticidad.
La nueva herramienta es un desarrollo de la Universidad de Case Western Reserve en EE. UU. que ha sorprendido a los propios investigadores por su precisión. En las pruebas se comparó el trabajo de cuatro artistas y se identificó la autoría con una precisión del 95 %. Los creadores de esta tecnología de inteligencia artificial indican que el sistema es capaz de identificar una especie de “huella digital” del artista que pasa desapercibida al ojo humano. Otra analogía sería la de la caligrafía única de una persona trasladada a los trazos de un pincel. Pero ¿cómo funciona el asunto?
Topografía 3D: una nueva forma de interpretar el arte
Una de las claves reside en que las redes neuronales no se limitan a analizar la forma de las pinceladas. La investigación, que se ha publicado en la revista Heritage Science, explica que el punto de partida es el escaneado 3D de la pintura. El dispositivo empleado para lograrlo se conoce como profilómetro confocal cromático. Esta máquina utiliza luz y color para detectar los más mínimos relieves.
Así, una vez obtenido este mapa 3D, el sistema de inteligencia artificial comparar los distintos relieves de cada obra, incluyendo las depresiones y elevaciones del óleo empleado. Además, el examen busca patrones casi microscópicos, con el grosor del pelo de un pincel.
Los investigadores indican que, a diferencia de sistemas de IA anteriores, no se reconoce el conjunto de la obra ni la temática: lo que se estudia son pequeñas zonas que van desde los milímetros a los centímetros de extensión. Una vez que se ha entrenado el software, basta una pequeña zona de un cuadro para identificar al autor.
Esta innovadora tecnología, además de ayudar a reconocer falsificaciones o determinar autores, permite comprobar qué partes de una misma obra corresponden a un autor. Este es un problema que surge especialmente en obras clásicas como las de Velázquez y otros pintores que contaban con la ayuda de colaboradores para terminar las partes más tediosas de un cuadro. En ocasiones esta práctica difumina la autoría de la obra.
Así, algunos cuadros que se atribuían a un artista luego han pasado a considerarse obras de su escuela o de sus ayudantes. Y a la inversa: en fechas recientes, un cuadro que se atribuía a la escuela de Van Dyck resultó ser una pieza del reputado pintor holandés. De hecho, en el propio “Salvatore Mundi” parte del debate gira en torno a la posibilidad de que una gran proporción del cuadro sea obra de Bernardo Luini, ayudante de Da Vinci.
Inteligencia artificial: de la identificación a la creación artística
La inteligencia artificial en el mundo del arte no se limita al análisis pictórico, sino que empieza a mostrar ciertas aptitudes en la creación misma. En 2018 Christie’s subastó el que se considera el primer cuadro creado por medio de inteligencia artificial. El “Retrato de Edmond De Belamy” se vendió por más de cuatrocientos mil dólares, aunque la suma no fue a parar a la IA, sino a un colectivo artístico francés llamado Obvius.
Uno de los artistas que está ahondando en las posibilidad de la IA aplicada al arte es Refik Anadol. En su caso, en lugar de crear simples cuadros, el artista ha optado por espectaculares instalaciones artísticas. En ellas, se sirve de big data y algoritmos de aprendizajes de máquinas para crear animaciones que visualizan bases de datos complejas. De esta manera, cada punto que aparece y se mueve corresponde a una entrada de datos. Anadol trata de responder con su obra a una pregunta: ¿pueden los datos convertirse en un pigmento?
Además, en la línea de este tipo de creaciones, en los últimos años ha comenzado a proliferar el llamado “arte generativo”. Al calor de los NFT y la tecnología blockchain, numerosos artistas se sirven de algoritmos para crear series de obras digitales. ¿Quién es el autor? ¿El programador de la IA? ¿El artista que lo configura? Ni siquiera Isaac Asimov, que acuñó las famosas leyes de la robótica, pudo prever que un día la tecnología habría de cuestionar también el concepto de autoría artística.
Fuentes: TechXplore
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