La revolución líquida: el gran salto de las impresoras 3D
Las nuevas impresoras son capaces de trabajar a un ritmo entre 25 y 100 veces superior a la primera generación de impresoras 3D
Un líquido lubricante capturado entre las nanotextura y la acción capilar evita la acumulación de residuos dejados por el agua
¿Qué tienen en común la tubería de una desaladora de nuestros días y una olla de cocina del Imperio Romano del siglo I antes de Cristo? A priori podría parecer que nada. Sin embargo, las excavaciones arqueológicas que a lo largo de los siglos han desenterrado la historia de la humanidad nos han revelado, entre otras muchas cosas, que las civilizaciones antiguas ya convivían con un problema que todavía hoy no hemos podido resolver: la acumulación de residuos dejados por el agua en superficies metálicas.
No obstante, este mal que perdura desde las primeras etapas del uso de la tecnología por el hombre pronto será un recuerdo del pasado. Investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), llevan más de dos años desarrollando un recubrimiento de superficies metálicas que evitará esta acumulación de residuos dejados por el agua.
Cuando el agua se enfría o se evapora se reduce su capacidad disolvente, por lo que las sales minerales que no se han disuelto en ella tienden a separarse del líquido y adherirse a las paredes. Estos residuos se van acumulando y con el paso del tiempo causan ineficacia en las tuberías por pérdida en el flujo, cambios en la presión interior, además de otras disfunciones.
El trabajo de los científicos del MIT se ha basado en el desarrollo de un recubrimiento nanotexturizado para el interior de la tubería que se lubrica con un líquido. Este líquido lubricante queda capturado entre las nanotextura y la acción capilar evita que desprenda, haciendo que los minerales que arrastra el agua a su paso resbalen y no se acumulen.
Gracias a esta innovación se lograría reducir hasta diez veces la acumulación de residuos, aumentado, por ejemplo, la eficacia de las plantas de tratamiento de agua. También se evitaría la barrera térmica que impide la refrigeración y la condensación en los intercambiadores de calor.
Y por otro lado, se lograría una disminución en los gastos de mantenimiento de las tuberías que transportan gas o petróleo al permitir un flujo homogéneo y también se minimizaría el impacto ambiental, ya que una pequeña cantidad de este líquido lubricante, según el MIT, garantiza el funcionamiento óptimo de las tuberías durante toda la vida útil de los materiales.
Se trata, en definitiva, de una solución que podría poner fin a un problema con el que el ser humano ha convivido desde hace cientos de años.
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