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La transformación de lodos residuales procedentes de plantas depuradoras por medio de bacterias y microalgas está contribuyendo a la economía circular.
Hay dos realidades inapelables: cada vez consumimos más agua potable en nuestras ciudades y recursos agrícolas en nuestros campos. Y la producción agrícola, a su vez, requiere más agua. Y contamina más agua debido al uso de fertilizantes agrícolas. Por eso, romper semejante círculo vicioso es una gran prioridad. De ahí que el uso de residuos procedentes de la depuración de aguas sea una vía de especial interés para el compostaje y la producción de fertilizantes. Ahora las universidades de Granada y de Córdoba han presentado una innovadora tecnología que mejora la eficiencia de estos procesos de depuración de aguas residuales de dos maneras. Por un lado, reduce los malos olores que producen los fangos residuales y, por otro, acorta el tiempo necesario para convertirlos en fertilizantes. Concretamente, la nueva solución tecnológica requiere dos meses menos que los métodos convencionales.
La tecnología que hay detrás utiliza cubiertas móviles y unas membranas diseñadas específicamente para mantener a cubierto el proceso de compostaje. Estas membranas semipermeables permiten el paso del dióxido de carbono, pero a la vez retienen las moléculas responsables del mal olor, tal como puede ser el amoníaco. Paralelamente, se insufla aire para acelerar los procesos de metabolización microbiana llevados a cabo por bacterias aerobias. Las pruebas llevadas a cabo por este proyecto tecnológico apuntan a un compost de gran calidad para el abonado de plantas.
Los preceptos de la economía circular buscan reducir los residuos al máximo gracias al reaprovechamiento. Es la llamada filosofía del residuo cero. Junto con el trabajo ya realizado por las universidades de Córdoba y Granada, se están desarrollando nuevas tecnologías para aprovechar las aguas residuales en esa misma línea. En este caso, se trata de las aguas residuales procedentes de piscifactorías, que suelen contener un exceso de fósforo y nitrógeno. El enfoque de este innovador proyecto tecnológico pasa por diseñar plantas de tratamiento de aguas residuales por medio de microalgas. El resultado es la producción de proteínas que sirven de alimento para peces posteriormente.
El sistema es relativamente sencillo. El biorreactor se construye al lado de los tanques de peces. El agua residual pasa por él, se expone a la acción de las microalgas y la luz solar que estimula el desarrollo de las microalgas. Estas se alimentan de las deposiciones de los peces y, tras filtrarlas del agua, pueden utilizarse como fuente de proteína tras un secado de tres días. La materia resultante tiene entre un 40 y un 50 % de proteína. A su vez, el agua queda limpia y puede devolverse a los tanques de peces.
En estos momentos, el modelo inicial de biorreactor es capaz de limpiar cinco mil litros de agua cada tres días y generar cuatro kilos de alimento para peces. Naturalmente, la prioridad ahora consiste en escalar la tecnología para multiplicar la producción. La empresa detrás del proyecto tecnológico tiene previsto poner en marcha un biorreactor capaz de procesar cincuenta mil litros en los próximos meses.
Fuente: SINC, Feed Navigator
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